Una buena y sencilla manera de mejorar nuestra salud es caminando. Salir a andar es una práctica al alcance de todo el mundo puesto que, a diferencia de otros ejercicios, no requiere de una preparación física extraordinaria.
¿Cuánto hay que andar al día?
Si bien las distancias a recorrer son siempre subjetivas e intransferibles, se estima como saludable el hábito de andar 10.000 pasos diarios o, lo que es lo mismo, un total de 8 kilómetros o 75 minutos de marcha. Para llegar al total expuesto previamente conviene realizar un aumento progresivo y nunca precipitado. Para ello, no obstante, hay que procurar mantener una buena postura corporal, respirar acorde al ejercicio realizado, mantenernos hidratados y, en resumidas cuentas, andar de la manera más natural posible.
Muchos especialistas recomiendan el ejercicio rutinario de andar debido a sus innumerables beneficios, de entre los cuales destacaremos los siguientes:
-Estabiliza la salud mental y del corazón. Debido a que andar mejora la circulación, ayuda también a la prevención de enfermedades cardiovasculares y disminuye la presión arterial.
-Contribuye a disminuir los niveles de ansiedad y estrés.
-Tonifica y fortalece músculos y huesos, y mejora la postura corporal.
-Previene la obesidad. Gracias a los cambios que se producen a nivel metabólico equilibramos el peso corporal. Del mismo modo, es una práctica idónea para bajar de peso.
¿Correr o andar?
Ante la disyuntiva de qué ejercicio es más beneficioso para nuestro organismo, si correr o andar, esto dependerá siempre de la persona. Estamos ante dos actividades que contribuyen abiertamente a nuestra salud. La primera no es mejor que la segunda ni viceversa, sino que su beneficio va siempre en función de la intensidad que le imprimamos y de nuestra predisposición al respecto.
Asimismo, existe una práctica que se sitúa a medio camino entre ambas: el power walking, una práctica que consiste en caminar a una velocidad alta y constante para conseguir un aumento de pulsaciones progresivo y fácil de mantener. Mediante la adopción de una postura corporal óptima, de un mayor control del ritmo cardiorrespiratorio y de un ritmo apropiado, multiplicamos los beneficios al andar.
¿Andar o correr? Ventajas e inconvenientes
– Riesgo de lesiones: es inferior al andar que al correr, principalmente en cuanto a niveles de osteoartritis se refiere. Corriendo exponemos más los huesos y los desgastamos con mayor intensidad.
-Articulaciones: sufren notablemente menos al andar que al correr puesto que, en esta última actividad, nuestras articulaciones soportan una carga de hasta tres veces nuestro peso. Al andar, el impacto es mucho menor.
-Calorías y pérdida de peso: depende únicamente del tiempo invertido. Si bien se pueden llegar a quemar las calorías deseadas en ambos casos, corriendo lo conseguimos en un tiempo más reducido.
-Resultados e intensidad: correr nos garantiza resultados de fortificación muscular más a corto plazo puesto que estamos sometidos a una intensidad superior que al caminar. Si, por el contrario, no priorizamos un resultado inminente, andar es una práctica igual de apropiada para fortificar nuestra salud.
Estamos, así pues, ante dos actividades de carácter físico que se ajustan perfectamente a las necesidades de cualquiera. Si las practicamos dentro de una rutina, tanto andar como correr ofrecen una serie de beneficios que, ya sea a corto o largo plazo, contribuyen a una mejora de nuestra salud, algo a lo que no deberíamos renunciar.